lunes, 29 de junio de 2009

MATILDA

Tengo unos cuantos meses por delante de vacaciones, y esto significa, unos cuantos meses de disfrute de mi enana y de tortura para los demás. ¿Por qué tortura? Porque espero no parar de poneros sus ocurrencias y creacciones y lo mucho que me sorprenden.

Ya sé, ya sé, los padres somos un poco pesados. Pensamos que nuestro hijo es especial, y creo que debe ser así. Para todos aquellos que no veis por mis ojitos y se os ocurren un montón de comentarios a las maravillas de mi nena, os lo pongo fácil. Aquí os dejo un fragmento del primer capítulo de "Matilda". Me encantó en su momento cuando lo leí y aún hoy, sintiéndome reflejada, sigo disfrutando con ese humor tan cruel y característico de este autor (por lo menos, yo no he conseguido leer nada de él sin pensar que todas sus obras tienen un toque implacable e incluso despiadado).

Os adelanto que yo soy peor que cualquiera de los padres que se describen en el texto. Soy de las madres orgullosas que no parar de proclamar a los cuatro vientos los logros de su hijo y, pese a todo, de las que piensan que todavía no le valoro lo suficiente. Que tengo una Matilda en casa y no me comporto mejor que los señores Wormwood:

"Ocurre una cosa grandiosa con las madres y los padres. Aunque su hijo sea el ser más repugnante que uno pueda imaginarse, creen que es maravilloso.

Algunos padres van aún más lejos. Su adoración llega a cegarlos y están convencidos de que su vástago tiene cualidades de genio.

Bueno, no hay nada malo en ello. La gente es así. Sólo cuando los padres comienzan a hablarnos de las maravillas de su descendencia es cuando gritamos: <<¡Tráiganme una palangana! ¡Voy a vomitar!>>

Los maestros lo pasan muy mal teniendo que escuchar esas tonterías de padres orgullosos, pero normalmente se desquitan cuando llega la hora de las notas finales de curso. Si yo fuera maestro, imaginaría comentarios genuinos para hijos de padres imbéciles. <<Su hijo maximilien>, escribiría, <<es un auténtico desastre. Espero que tengan ustedes algún negocio familiar al que puedan orientarle cuando termine la escuela, porque es seguro, como hay infierno, que no encontrará trabajo en ningún sitio>>. O si me sintiera inspirado ese día, podría escribir: <<Los saltamontes, curiosamente, tienen los órganos auditivos a ambos lados del abdomen. Su hija Vanessa, a juzgar por lo que ha aprendido este curso, no tiene órganos auditivos>>.

Podría, incluso, hurgar más profundamente en la historia natural y decir: <<La cigarra pasa seis años baja tierra como larva y, como mucho, seis días como animal libre a la luz del sol y al aire. Su hijo Wildfred ha pasado seis años como larva en esta escuela y aún estamos esperando que salga de la crisálida>>. Una niña especialmente odiosa podría incitarme a decir: <<Fiona tiene la misma belleza glacial que un iceberg, pero al contrario de lo que sucede con éste, no tiene nada bajo la superficie>>. Pero ya está bien de esto. Tenemos que seguir.

A veces se topa uno con padres que se comportan del modo opuesto. Padres que no demuestran el menor interés por sus hijos y que, naturalmente, son mucho peores que los que sienten un cariño delirante. El señor y la señora Wormwood eran de esos. Tenían un hijo llamado Michael y una hija llamada Matilda, a la que los padres consideraban poco más que como una postilla. [...]"

Para aquellos a los que les haya picado la curiosidad el libro se titula "Matilda". Su autor es Roald Dahl (Los Gremlins, Charly y la fábrica de chocolate, James y el melocotón gigante, El cocodrilo enorme, Las brujas). El texto está sacado de la edición de Alfaguara (ISBN: 84-204-4638-6).

Por cierto, soy así de cansina también con mis perros: ¡¡¡Son los más bonitos y maravillosos del mundo!!!

Se aceptan críticas :-)

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