viernes, 18 de septiembre de 2009

DE COMPRAS

Hay dos días en los que no se debe ir de compras:

1.- Ese día en el que te ves fantástica. Todo te lo pruebas y todo te sienta bien. ¿Qué escoges? ¡¡¡Tooooodo!!! Y a fundir la tarjeta. Un mal día, hay que ser más moderado. Al final el armario acaba lleno de cosas que quizá no te pongas.

2.- El opuesto. Te ves fea, despeinada, gorda. "Esto me iría mejor a la cara con una capa de maquillaje que disimulara esta cara de muerta". Ese día también es malo. Como en el primer caso te lo pruebas todo, la diferencia es que no te gustas con nada. Mal día también. La cuenta corriente se queda intacta, pero tu autoestima por los suelos.

Puede ocurrir una tercera opción, la mía. Tengo hoy cena celebrando mi cumple. Me llevan a un sitio chulo (sorpresa por supuesto) y no tengo nada que ponerme. Bueno, nada que considere aceptable para tal evento. Solo una cosa, un vestido negro, pero está para lavar. Total, disponibilidad cero.

Salgo de compras. Mi idea, o un vestido o unos pantalones de vestir que me pueda poner con un jersey muy chulo negro que no he estrenado. No discrimino en tiendas, me valen todas. Desde las más baratas, Kiabi, H&M, hasta las más caras, Prenatal, El Corte Inglés... Como ya he dicho antes, me he probado de todo. Que si esto me hace mucha tripa (normal, estás embarazada), que si este me hace muy gorda (¿es que no te das cuenta de que estás embarazada? Hija, es lo que tiene, que una coge peso y, para colmo, en el tercer trimestre ya, se ensancha). Resultado: la autoestima por los suelos, una ciática del copón del palizón a andar, agacharme, levantarme, etc. que me he dado y, para más inri, la visa fundida, porque algo tenía que llevarme ¡que me voy de cena!

Y digo yo ¿Por qué no me habré quedado en casita, aprovechando ese tiempo en una buenísima siesta que falta me hace? Así, habría ido con la cara monísima de lo descansadita, habría tenido tiempo para darme una relajante ducha y terminar con un repaso de maquillaje (que con lo poco que me pinto he perdido práctica), la cuenta estupenda de la muerte, ¿y la ropa? El fabuloso y sexy jersey negro con unos vaqueros ¡¡¡Y que me diga algo el del restaurante pijo!!!

Ahora os dejo a ver si consigo hacer todo lo de último párrafo, pero en tiempo record. Eso si, la ropita espero que sea de las últimas compras, más que nada por el esfuerzo.

viernes, 11 de septiembre de 2009

COMO UN COLADOR... Y MULTICOLOR

Así tengo mis brazos después de que el lunes 31 me hicieran la prueba de la curva de glucosa.

Este año las vacaciones han venido condicionadas por las citas médicas. ¡Y no son pocas! Más, si tenemos en cuenta de que llevo el embarazo por la seguridad social y por el médico privado. El primero por inercia, el segundo porque me da seguridad (el médico en si, no porque sea de pago). Menos mal que esta vez, Navarrete, el médico de la aseguradora, no me repite las pruebas que ya me hacen por otro lado y solo le tengo que llevar los resultados. No obstante, los tiempos en los que se realizan las pruebas están muy claritos y, en principio, creo que no se pueden saltar. Total, que entre playa y playa ha tocado pasar unas largas esperas en el centro de salud.

En Julio tocaba la ecografía del segundo trimestre y citas varias con matrona y tocóloga. La ecografía siempre es agradable. Me encanta ver su carita, su cuerpecito... además, o la aparatología ha mejorado de mi primer embarazo al segundo, o estoy más preparada para ver lo que me muestran en pantalla. Esta eco tiene el aliciente, para quien lo quiera averiguar, de que te dicen el sexo del bebé. ¡¡¡Un machote!!! Y ahora lo digo con alegría, pero tengo que reconocer que lo primero que hice al salir de la consulta fue ponerme a llorar a moco tendido. Y no porque sienta que le vaya a querer menos ni nada por el estilo, más bien es la desilusión de querer otra niña y que no haya sido así.

En Agosto, la prueba de la glucosa o test de O`Sullivan. Esta es otro cantar. Vas en ayunas, citada a las 08.00h de la mañana (hora que si en algo agradezco es por el análisis de orina, desde las seis de la mañana ando despierta esperando que suene el despertador y poder ir al baño). Una vez allí pides la vez, y por si las moscas el expendedor de numeritos que hay en la pared es para ti, coges uno. Al rato sale una enfermera para decirte que tienes que entregar las muestras de orina en otro sitio y que lo tienes que hacer primero. Allá que vamos una caravana de embarazadas con nuestros trofeos en mano. Cuando la auxiliar se digna a atendernos, es para decirnos que las embarazadas tenemos que ir primero a otra ventanilla, coger la etiquetas y con ellas volver allí... pero que abren a las ocho y media. Y entonces es cuando no puedes evitar preguntarte ¿y para qué narices me han citado a las ocho?

Hecho todo, nos toca esperar obediéntemente en la sala de espera a que nos llamen. Mientras nos damos cuenta de que el numerito es para los que van por el sintrom. Unos lo guardamos y otros lo tiran. Sale la enfermera y grita tu nombre. Pones el brazo, te pinchan y te dan un botecito de glucosa: "Cuando salgas, te lo tomas en cinco minutos". Siguiente pregunta, una, que se lo cuestiona todo, ¿Cuando salga tengo que esperar cinco minutos antes de empezar a tomármelo o me lo tengo que tomar a lo largo de cinco minutos? Veo que cada una hace una cosa, o sea, que opto por el "justo medio", espero un poco y luego me lo tomo en cinco minutitos. Ahora toca aguantar sentada, durante una hora, sin beber, pasear o fumar (esto último no me cuesta) y sin vomitar el potingue, que sino la prueba no vale y te la tienen que repetir. Mientras, para pasar el tiempo, sudokus, libros, revistas y lo mejor, observar las tribus urbanas del centro de salud: llega un señor mayor, con su bastoncillo, poniendo a parir a la enfermera porque se han acabado los numeritos. Ésta sale a por otro rollo. Cuando vuelve comienza a repartir, pregunta por el señor y ha desaparecido. Al rato está de nuevo el señor en la puerta. Dice que le toca. Otro anciano le dice "¿y cómo es posible?, yo estaba aquí antes que usted y, además, no tenía número." El primero responde que si, y saca y grita su número. Yo miro el mío, todavía guardado en la carpeta, es el siguiente número al del anciano. ¡¡¡El buen hombre había cogido del suelo el número que tiró una embarazada porque no nos servía!!! Y lo sé porque yo repartí los números a las que estábamos allí.

Suena la alarma del móvil. Ya toca ir al segundo pinchazo. Lo bueno es que por hoy ya hemos terminado, ahora solo queda esperar los resultados.

Martes 25 de Agosto, ha pasado una semana y miro en la agenda a ver a qué hora me toca ir el jueves a recoger los resultados en la tocóloga. ¿El jueves? ¿Dé dónde he sacado yo eso? ¡¡¡Me tocaba hoy!!! Sudores fríos hasta que me digo, mañana mismo me presento a primera hora en la consulta a ver si me puede atender. Dicho y... ¿hecho? ¡¡¡Los que tenéis niños sabéis lo difícil que es llegar a la hora que tenías pensada a un sitio!!! Pero lo conseguimos. Y nos atendieron: "menos mal que has venido hoy y no ayer, porque acaban de llegar tus resultados". No, si al final es que mi subconsciente me dijo que ir para "ná" era tontería. A partir de ahí. Que si he engordado mucho, que si me ha dado la prueba un resultado alto y tengo que hacer la curva larga, que si... Al final puedo meter baza y comento que estoy muy, muy cansada, que me ahogo con hacer una cama y que no me parece normal. "Si, tienes un poco de anemia, te voy a mandar hierro". Insisto: "¿Y ya que me hacen otra analítica, no le importaría hacerme una prueba de hormonas? Con Paula me dió hipotiroidismo y aquí no lo hemos seguido controlando" "Lo voy a mandar también". Y a la enfermera: "anota, analítica con orina" "¿Y sedimentación?" "No, esa ya se ha hecho, orina y dale la dieta". Me reiteran que estoy gorda, para animar el alma y el espíritu y que salga de buen humor de la consulta, y me citan para septiembre con su compañero, porque ella está de vacaciones. Me dirijo a la puerta con los papeles en la mano y pregunto si me tengo que llevar los tubos para la orina. "¿Orina? No, si es analítica solamente" " Es que me ha parecido oir que también tenía orina" "No, no, no." Pongo cara rara y abro la puerta... "¡espera, es verdad, te he pedido orina!" Cuando ya estamos mi pitufa y yo en la puerta del centro de salud, nos damos la vuelta, ¡no me han dado la famosa e importante dieta! ¡¡¡En qué manos estoy!!!

Dos días más tarde, la matrona. Debo de ser masoca, porque vuelvo a aguantar lo de que si he engordado mucho, que si tengo que tener cuidado con la comida, que si... vamos, que una es consciente que en el veranito no ha controlado mucho la alimentación ¡pero solo he cogido 8 kilos en siete meses y si el tope de azucar era 140, he dado 143! ¡¡¡Que me ponen como una terrorista de la comida!!! Lo peor, me ha llegado la cita de la curva larga, el lunes. Tengo que hacer dieta desde este mismo día (viernes 28 de Agosto) y mañana nos vamos a la Warner con la gordita. La dieta, fácil donde las haya, que si 20 gr de pan, 200 de judías verdes, 150 de filete... ¡¡¡si no tengo peso en casa!!! Solución, al tuntún, intentando seguirla más o menos. Vamos, que en la Warner no me pasé, pero en la cena mi marido, solidario donde los haya, propone ir de tapitas a San Martín de la Vega. Después de las judías y el filete una se pimpló 3 croquetas ¡¡¡que no soy de piedra!!! ¡¡¡Demasiado que pude resistirme a las patatitas ali-oli!!!

Llega el tan esperado y temido lunes. Primero por la prueba de orina. Una, meona donde las haya, aguantando estoicamente toda la noche a que llegue la hora donde poder desahogarse. Segundo por el remordimiento de conciencia. ¿Tendría que haber hecho mejor la dieta? El caso es que dependiendo de con quien hablara le habían dado dieta o no, por lo que tan importante no debía de ser. Tercero, si ya fue pesada una hora ¿qué va a ser con las mínimo 3 horas que dura esta prueba? Por si las moscas una va cargada con libros (dos por si me aburro de uno poder cambiar la temática), sudokus, DS y un par de revistas de esas que solo compras para estos casos, por lo menos yo (belleza, moda, etc..). Esta vez ya sé el orden de los "elementos" y realizo el papeleo como una auténtica experta. Espero la llamada y cuando esta se produce ofrezco mi brazo izquierdo para la tortura. Esta vez, cuando me dan el botecito, solicito me aclaren lo de los cinco minutos. "Pues si que lo debemos decir mal, mucha gente nos lo pregunta, no te lo bebas de golpe, sino en unos 5 o 10 minutos para que no te siente mal". Y yo pienso. Si lo pregunta más gente ¿por qué no lo explican bien desde un primer momento? Esta vez paso por mareos, sin llegar a vomitar, bajón de tensión, malestar... pero poco a poco va pasando. Lo peor, no me dejan beber ni agua y esa glucosa me demanda a gritos unos centilitros de tan estimado líquido.

Con todo el "ocio" que llevo es imposible aburrirse. No obstante, lo mejor sigue siendo el observar. No lo puedo evitar, una es de natural cotilla, me pasa lo mismo en el metro. Esta vez lo que me llama la atención es otra embarazada. Llega poniendo el grito en el cielo porque no le habían dicho que tenía que hacerse una prueba de orina y por lo tanto no llevaba las muestras. "No pasa nada, le damos un botecito y nos lo trae ahora". Una vez lo entrega, le pinchan, le dan la glucosa y a esperar. En esto suena su teléfono. Comienza contando a su interlocutor, y a toda la sala, lo que ha pasado con su preciado pis. Se termina el bote, se levanta para tirarlo y mientras dice "menos mal que me has llamado, así se me pasa antes el tiempo". Seguidamente sale a la calle a pasear mientras charla. Yo me pregunté seriamente si no le dijeron lo de la orina, si no se enteró, o si se enteró pero hizo caso omiso, igual que estaba haciendo con lo de que no se puede andar. No se por qué, me inclino por la última opción. La otra fue una chinita, que según me contaron unos señores del sintrom, salieron a buscarla porque debía de haberse hecho la segunda analítica hacía hora y media. La pobre había entendido mal lo del tiempo. Ella interpretó que a cada 5 minutos debía de darle un sorbito al bote (¿veis como se explican mal?). La lástima es que tendrán que repetirle la prueba otro día.

Por mi parte, en la segunda analítica me tuvieron que pinchar en el mismo brazo. no encontraban la vena en el derecho. En la tercera se esforzaron un poco más y me pincharon el derecho, para volver al izquierdo en el cuarto. "No te preocupes, es solo un pinchazo". Eso es lo que te dicen, pero se les olvida añadir:"uno detrás de otro". Al terminar, las recomendaciones: "Puedes comer, pero no dulce". Hombre, lo de comer se agradece, más si tienes en cuenta que era más de la una de la tarde. Lo del dulce ¿quien diablos pensaba en el dulce? ¡¡¡Yo soñaba con bocatas de jamón, de jamón serrano, del bueno, del de pata negra. De ese que no puedo probar hasta que de a luz por culpa de la toxoplasmosis!!!

Salí muerta de hambre a por mi gordita. En el super que hay bajo la casa de mis padres me compré los ingredientes para un bocata de jamón... de york, me tenía que conformar con el otro. Mi hermana ya se había ido a trabajar y la peque estaba con la vecina, "Super J". Al entrar y ver lo que llevaba, super J me ofrece cocidito. ¡¡¡Me supo a gloria!!! La sopita, los garbanzos, el relleno.. ¿Lo saboreais? Porque yo ya estoy salivando de nuevo. ¡¡¡Ese cocidito me devolvió el color a la cara!!!

Hace dos días fui de nuevo a la tocóloga. Estaba el sustituto. Me pregunta si tengo que recoger resultados, le digo que si y abro la carpeta para sacar el resguardo. Mientras los busca la enfermera, él agarra mi carpeta y diciendo "las ecografías", saca el informe de la matrona. Coño, que yo no agarro sus papeles y los toqueteo y manejo como si fueran míos. Le llamo la atención discretamente. "Esas no son las ecografías, eso es de la matrona". ¿Le importó? Vamos, que hizo el mismo caso que la embarazada que salió a darse unos paseitos. Al final tenía el informe de la matrona, las ecografías y todo desperdigado por la mesa. "La analítica da bien, solo hay un resultado mal, ten cuidado con la glucosa" "¿Y la T4?" "Un poco baja, pero no pasa nada" "Es que con mi hija me dió hipotiroidismo" "Ah, entonces si, porque esto baja más a medida que avanza el embarazo". A cuadros. Vamos que buscan lo que a ellos les interesa y lo demás no importa, por mucho que tengan fluorescentes los datos. Luego, al repasar la analítica, me doy cuenta de que todos los resultados están bien, la única que está mal es la primera, la del azucar en ayunas, y ni siquiera está alta, sino baja. Vamos, que les ha dado por amargarme el embarazo.

A ver qué se cuentan en la preparación al parto, que eso seguro que me da mucho que hablar.

Entre medias el privado. Un encanto, caso omiso al peso. Me dice que tenga cuidado con el dulce, pero alucina de que por ese resultado me hayan mandado la curva larga. No obstante, que le tenga al día con lo que me salga en esta última. Y la ecografía 4D. Con Paula nos llevamos una decepción, acabábamos de ver el documental del Natioal Geographic y pensábamos ver lo mismo. ¡Ilusos! Pero lo que si tengo muy claro es que mi gordito va a tener lo mismo que mi gordita. Aquí fué un poco más decepcionante porque estaba completamente dado la vuelta, mirando a mi espalda. Con la cabeza baja, la barbilla pegada al pecho y las manitas delante de la cara. ¡¡¡Hasta que pudimos verle!!! Ahora no me arrepiento. Me encanta. Me recuerda a Paula y su carita, lo que me hace pensar si es sugestión o eso que se dice, "que todos los bebés se parecen".

jueves, 10 de septiembre de 2009

JUEGO SIMBÓLICO

Todos hemos jugado alguna vez a ser médicos, maestros, policías, padres. En fin, nuestros héroes de la infancia. Yo, por lo menos, no le daba mucha importancia hasta que he visto a mi hija.

Desde bien pequeña representa perfectamente los personajes. Si un día va al médico, lo siguiente que hace es curar a sus muñecos. Si me acompaña al veterinario, enseguida llega a casa y es "Carolina" salvando a sus animalitos. Si vamos a la peluquería, se convierte en Santi y nos "arregla" a todos en la casa el pelo. Pero su mayor referencia, no nos engañemos, somos sus padres. Así cocina, besa a sus muñecos, les da tetita...

Gracias a esa capacidad de reproducir las situaciones diarias, nos dimos cuenta de que algo iba mal en la guardería. Castigaba a sus muñecos, les chillaba, y cuando le preguntabas por qué lo hacía contestaba "es que se ha portado mal, se ha levantado" o algo parecido. Algunas madres lo comentamos y todas habíamos notado ese cambio de actitud. La profesora había cambiado y el trato no era el mismo, algo evidente.

Aunque tienen un carácter propio, son "personitas" como se define mi hija, no podemos negar que somos su referencia. Somos su mayor ídolo y su ejemplo a seguir. Si les observamos podemos darnos cuenta de lo que estamos haciendo bien o mal.

Ayer me di cuenta de que hay algo que debo cambiar.

Siempre he sabido que era mal hablada, pero no le he dado importancia, o por lo menos no la suficiente, hasta que he tenido un hijo. Mis reiterados tacos, unidos a su fantástica memoria y a su facilidad de imitación son una bomba mal sonante. Y no digo que los que me rodean no digan nada que mi hija no pueda captar, pero si que no les va a influir tanto.

Tenía consulta médica y como no quedaba muy claro el horario de la cita y no quería tener a Paula mucho tiempo aburrida en la sala de espera, se quedó con mi hermana y con mi madre. Cuando vuelvo a recogerla me dice mi hermana: "lleva toda la mañana con la palabra cabronas". Y yo, pues no sé de quien lo habrá oído. ¿Que no lo sé? ¡¡¡Si me paso el día diciendo a las perras cuando hacen alguna trastada, "serán cabronas"!!! Pues efectivamente, fue su palabra favorita durante toda la mañana. Salimos a la calle y yo, toda orgullosa de mi niña, diciéndole, "princesa párate en ese árbol" o "tesoro ven por aquí" y mi gordi, que es un solete, haciendo caso... pero de repente, delante de los abuelitos que nos miran con cariño, nos suelta: "¡Cabronas, esperad!". ¡¡¡Pero si mi princesa se parece más a Shrek que a Blancanieves!!!

Hoy vamos al garage a por el coche. Ella montadita en su moto. Entra en el ascensor, se da un golpe contra la pared del fondo y suelta "¡Me cago en su padre"! Yo, blanca, intentando no darle importancia para ver si se le olvida, pero cuando salimos a la calle sigue diciendo "¡me cago en su padre, este timbre no funciona (el de la moto)!". También me considero culpable de ese improperio. Seguimos andando y grita "¡gilipollas!" y hasta que no estamos en el coche la retaila no cambia a "¡Gilipollas!, mamá he dicho gilipollas, pita". Entonces yo identifico el momento, dos días antes llevando a mi hermana al trabajo un camión me pita porque reduzco hasta la velocidad que me marca la señal de tráfico y no le sienta bien, me pita. Al rato me adelanta, teniendo que cruzar dos carriles ya que el coche del carril de al lado ha pensado lo mismo que yo, no voy a pagar una multa por exceso de velocidad. Al ponerse a nuestra altura nos pita de nuevo. Yo suelto "¡será gilipollas!" y le devuelvo la pitada.

Esto me recuerda a la anécdota que me comentaba una amiga hace unos días. LLevando su marido al peque en el coche, un mercedes les hace una pirula y dice "¿ese del mercedes es un g¡lipollas!". Al día siguiente un mercedes les adelanta y el niño le dice (con dos añitos) "¡papá, ese de la estrella es un gilipollas!". Lo dicho, tenemos que tener cuidado con lo que decimos, yo, desde luego y... ¿no os ha llamado la atención que no solo se quedara con el insulto, sino también con la marca del coche?

Objetivo: morderme la lengua para que mi niña no tenga el mismo vocabulario que un camionero... o su madre.