lunes, 2 de agosto de 2010

EL ATUENDO ADECUADO


El sábado vamos de boda y lo que es mejor, no tengo qué ponerme.

Lo lógico y razonable es que tuviera el modelito en cuestión desde meses atrás, pero no es así. ¿El motivo de dejarlo para el final? La esperanza de haber adelgazado algo. Ahora estoy a cuatro días vista, sin tiempo y sin ganas para salir a la búsqueda del atuendo adecuado.

Y no os creáis que es tarea fácil. Con un niño de cerca de ocho meses, lactante, ha de cumplir una serie de requisitos:

1º Aunque parezca obvio, no debe de serlo tanto para mi marido. Ha de ser o parecer de fiesta. O como mínimo medianamente elegante, no vale el vestidito de bajar a la playa.

2º No debe de tener adornos demasiado llamativos. Hoy se le ha ocurrido a Raúl señalarme uno cuyo tejido era como plumitas finas. Al final, visto el horror en mi cara, se ha puesto a jugar acariciando la carita de Héctor. Os podéis imaginar, el peque muerto de risa, pero al dejarlo, el pilluelo ha echado la mano y ha arrancado unas cuantas de las preciadas plumas. Raúl y yo nos hemos mirado y hemos salido corriendo de la tienda mientras el pillastre chillaba entusiasmado por tamaño tesoro. Vamos, que si me cojo eso, o algo parecido, antes de que termine el bodorrio llamo más la atención que la novia con mi vestido transparente.

3º Y lo más limitante. Debe permitir que alimente a mi gordito. O sea, que o consta de una camiseta, camisa, top o similar, fácil de subir hasta la garganta, o lleva un escotazo o botones hasta el ombligo de modo que, como dijo un señor en la playa, mi bebé pueda hacer uso del surtidor siempre que le plazca.

4º Si, además de todo, cumple la regla de las tres bes: Bueno, Bonito y Barato, la caña.

Por hoy la búsqueda ha sido infructuosa, espero que mañana haya una segunda parte y con mejor éxito.