Hoy mi gordita cumple 3 añazos... ¡¡¡Cuanto ha crecido!!!
Me acuerdo del día que nació. Esa hermosa sensación al ponerme a mi princesa sobre el pecho y la cara de su padre cuando, una vez cortado el cordón, la cogió mientras me cosían la episotomía. Creo que esa imagen la tengo grabada en el cerebro a fuego.
No sé cómo decirle que ella es el mejor regalo. Que es mi niña. Que la quiero con el alma. Que hace que me sienta cada día más orgullosa de ser su madre. No sé si es consciente de que me derrito cada vez que me dice: "Mamá, ¿sabes una cosa? ¡Te quiero mucho!". O cuando coge mi cara con sus manitas y me da besos. O cuando responde al decirle que es la niña más bonita del mundo con un: "¡Tú si que eres bonita!" o un "¡tú eres la preciosa!" Y si le discuto y le digo que no, que esa es ella, se enfada. Y cuando no dice nada y únicamente me sonríe.
Me encanta mirarla cuando duerme. Ver sus facciones, para mi perfectas. Disfrutar con ella cuando canta, baila, o simplemente cuando hacemos algo juntas y se "parte de risa" como dice entre carcajada y carcajada.
Alucinar de sus rapidísimos avances. Pensar lo deprisa que ha crecido, alegrarme por ello y, a la vez, sentir una tristeza interior por la sensación de que estoy perdiendo a mi niña. Creo que es el miedo a lo desconocido, a que el futuro sea distinto. Y sé que eso no significa que tenga que ser peor, solo distinto. Pero el miedo está ahí.
Mi brujita preciosa cumple tres años y ya la estamos haciendo grande. Que si el cole de los mayores. Que si ya es mayor y no puede llorar, ni hacerse pipí. Que si va a tener un hermanito y le tiene que cuidar y ayudarme. Y lo siento, para mi sigue siendo mi niña. Sigue siendo un bebé, grande, pero un bebé. No tiene que cuidar a nadie, somos sus padres los que tenemos que cuidarles a los dos. No tiene que ayudarme, ni crecer de golpe. Tiene que jugar, seguir siendo niña, disfrutar con su hermano y desarrollarse a su ritmo.
No pienso que sea mala por pillar una rabieta, ni por contradecirme, ni que ha aprendido mucho y me torea. Si acaso me arrepiento de no haber sabido responder siempre a sus necesidades como merecía, y de haber hecho más caso al resto de la gente que a mis sentimientos, intuición o a ella misma. Estoy aprendiendo. No tan rápido como quisiera, pero lo hago. No es que antes no tuviera claro qué es lo verdaderamente importante, es que cada vez lo defiendo mejor.
A veces me canso, me desespero, pierdo la paciencia y deseo como una loca tener un momento de libertad. A veces me ocurre y cuando consigo ese famoso "espacio" comienzo a echarla de menos y a envidiar a todo aquel que esté compartiendo esos minutos con ella.
Mi princesa cumple tres años y me la voy a comer a besos. Mi tesoro sigue creciendo y los que estamos a su alrededor crecemos con ella. ¡¡¡Gracias gordita!!!
2 comentarios:
feliz cumpleaños a los tres... pienso que es cierto que es una alegría tener una princesa como la tuya en casa......
Y como la tuya.. y como todos los príncipes y princesas que alegran muchas casas. ¡¡¡A ver cuando nos vemos!!!
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