miércoles, 8 de octubre de 2008

SIN METALES

El lunes me quitaron el material del pie... ya no le puedo echar la culpa de los kilos de más a la chatarra. La verdad es que si lo pienso, lo que me quitaron es una buena excusa.

He vuelto del hospital con unos tornillos de menos y un constipado de más. ¡¡¡Qué frío hace en el quirófano!!!

Fui la primera del día, cosa de agradecer (llevaba sin comer desde el desayuno) si no llega a ser porque casi no me dan tiempo a darme la ducha con la superesponja de bactericida que me dieron y, debido a que no tienen los tarjetones de los hoteles para el "no molesten", el celador entró como Pedro por su casa a mi habitación y no me dio tiempo a ponerme esa batita ridícula que te dejan. Ahí me veis, sin secar, con la bata y andando por el cuarto sujetando la ropa en un intento de no dejar al descubierto, más de lo imprescindible, mis vergüenzas.

En la sala me aguardaba el anestesista buenorro (el que tuve el día de la operación), Ricardo se llama. Decidió dormirme solo la pierna derecha y de rodilla para abajo y ahí me veis de nuevo, enseñando mis vergüenzas para el pinchazo en el muslo... bueno los pinchazos. En uno de ellos notas como el pie se mueve, pegando pequeñas pataditas ¡¡¡si no tengo control sobre él!!! Las máquinas comienzan a sonar y Ricardo que comenta ¿Hemos entrado en parada cardíaca o en fibrilación? y tú pensando ¡coño, que la máquina no funciona y a mi me van a rajar ahora!

El anestesista buenorro se compadece de mi tiritona (vuelvo a decir, ¡qué frío hace en el condenado quirófano!) y me mete un calmante por vena. Una, que una vez que pilla la postura horizontal cae en los brazos de Morfeo sin oponer resistencia, os podeis imaginar de lo que me enteré una vez que me dieron el pinchacito tranquilizante...

Pero coño, ete aquí que comienzo a sentir algo "¡que me duele!" y los tíos que pasan, como profesionales que son, y siguen a lo suyo. "¡Qué me duele! ¡Qué estoy notando los cortes!". Ahí Ricardo reacciona y me planta la mascarilla en la cara, y mientras ésta hace su efecto yo pensando "¡qué es mi pie, y no el chuletón de la boda de mi primo!". Me tuvieron que poner la mascarilla una segunda vez ¡¡¡aaaaaaaaaaaaaaaaaahh!!!

Ahora que lo comento, me acuerdo del comienzo de la película Anatomía, en la que se ve a un chico en el quirófano, que se despierta y cuando se fija en su mano, está despellejada, se le ven los huesos y los nervios...

Cuando llego a la habitación de nuevo mi chico está viendo la tele. En ese momento hay anuncios, y para más inri, el primero que veo es uno de Foster Hollywood, de un costillar estupendo (babas.. ¿os he dicho que llevaba sin comer desde las ocho de la mañana?). El segundo de Corporación Dermoestética... ¡¡¡seguiré con mi celulitis, y por mucho que insista mi madre, con gafas y sin operarme!!!

Otro personaje que me vino a la memoria fue Rambo ¡¡¡No siento las piernas!!! Bueno, más bien era ¡¡¡No siento los dedos del pie!!! Qué sensación tan desagradable... por lo menos con el corte sentía algo. ¿Volveré a caminar? Pero si, después de mi terrorífica y cineasta experiencia aquí me teneis, dando guerra y contándolo a los cuatro vientos.

He intentado ser breve, pero la experiencia da para más. Como cuando me di cuenta, mientras preparaba las cosas, de que no tenía bragas limpias y en condiciones. Vamos, que salvo la que me puse no había ninguna que cumpliera los dos requisitos. Y entonces te acuerdas de los consejos de tu abuela "hija, sal con bragas limpias a la calle, que nunca sabes lo que te puede pasar". Y ya te digo que no lo sabes. El día que me partí el pie llevaba puesto un tanga, muy mono si, pero mientras me manipulaban en plena calle los del SAMUR, yo no hacía más que pensar en que esperaba que no me quitaran los pantalones.

Para los curiosos... pasé por la lencería.

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